miércoles, 27 de noviembre de 2013

Ejercicio Plástico: el mural envolvente de David Alfaro Siqueiros


David Alfaro describe este mural, en un folleto publicado en Buenos Aires en diciembre de 1933, como “una obra pictórica monumental, interior”. Siqueiros concibió y realizó este Ejercicio plástico con toda la tecnología de la época para generar imágenes en movimiento, insertas en la tradición de los futuristas. Pintó las paredes, la bóveda y el piso del recinto semicilíndrico de poco menos de 150 metros cuadrados. La base de este mural envolvente, realizado en tres meses, mide 6.70 x 5.30 metros; las paredes tienen un metro y medio de altura, a partir de la cual se inicia la bóveda (medio cañón con una altura máxima de 2.93 metros). Se sabe que, años después, Diego Rivera intentó realizar algo similar al pintar el cárcamo del Río Lerma en Chapultepec, aunque Rivera no cubrió el techo de dicha obra.

Quienes ingresan al recinto del Ejercicio plástico de Siqueiros pueden sentirse dentro de una burbuja de cristal en el fondo del mar, observados por las criaturas que nadan alrededor. Una de ellas es la bella y seductora Blanca Luz, que se repite en varias posiciones y tamaños.

El muralista se ayudó de dibujos preliminares y de un proyector con el que ampliaba las imágenes sobre las paredes, con lo que consiguió que las figuras humanas dieran una ilusión de movimiento gracias a la poliperspectiva. Así, dos de esos personajes, colocados en la bóveda, parecen estar parados sobre la esfera; en otro lado hay una niña a gatas también apoyada sobre la esfera. Según algunos, se trata de la propia Blanca Luz vista de manera ilusoria. Otros personajes, en las paredes, parecen contemplar a quienes están dentro de la burbuja mirándolos. Siqueiros pintó sus cuerpos, en las partes que tocan el cristal, con colores más claros, como sucede cuando se apoya la mano o la cara en un vidrio. El cabello de estas figuras es ondulante y parece flotar; algunos contornos de piernas, rodillas y manos tienen una especie de sombra o repetición que da un efecto de movimiento, y las caras están redondeadas, como si se vieran a través de un vidrio.

Además de los personajes hay helechos, peces y corales. En los tímpanos se observan personajes espectaculares: uno de ellos es una mujer arqueada que recientemente, tras un proceso de restauración, recobró el color de sus grandes ojos azules; en la pared opuesta se encuentra una figura con traje de baño, la única masculina, que posiblemente sea un autorretrato de Siqueiros. En el piso, hay personas que miran hacia arriba desde debajo de la burbuja. Por el tono de la pintura, el espectador puede distinguir qué partes del cuerpo están dentro del agua.

Como era su costumbre, para la elaboración de esta pieza Siqueiros formó un equipo de artistas jóvenes con quienes se identificaba políticamente. En esta ocasión, tuvo como ayudantes a los pintores rioplatenses Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino y Enrique Lázaro. Mientras unos sostenían las plantillas de cartón, otros aplicaban la pintura con la brocha de aire. Algunas de las partes pudieron ser pintadas por un solo colaborador; no obstante, no queda duda de que la idea original, la técnica y la realización del proyecto llevan el sello de Siqueiros.

Ésta es la única obra mural del artista que no tiene un contenido político o social; es verdaderamente un mero “ejercicio plástico”. En ella, Siqueiros se muestra como pionero en el uso de la fotografía, de los aerógrafos (a los que llamó “brocha mecánica, en vez de brocha manual de palo y pelo”) y de los materiales de alta resistencia. Blanca Luz Brum aseguraba que “pistolas automáticas, motores, esténciles de metal y teorías revolucionarias” daban nuevos elementos y una estética insospechada al muralismo. Ya antes Siqueiros había usado la “brocha de aire” para los murales que pintó en Los Ángeles, en 1932.

En cuanto a los materiales, Siqueiros utilizó silicato de etilo, de uso industrial, por su alta resistencia y su protección contra la humedad. La paleta cromática es relativamente reducida, con tonos color tierra, ocre, amarillo, azul y verde.

Esta obra es un sito specific, porque Siqueiros escogió el tema, la composición y el discurso de la obra de arte para ese sótano en particular. En arte contemporáneo se le podría describir como una instalación artística, ya que se utiliza un medio para crear una experiencia visceral, o conceptual, en un espacio específico. Siqueiros, en esos términos, se adelantó cuatro décadas al nacimiento de este concepto, que se hizo popular en 1970.

Fecha: 19 abril 2010 
Autor: Daniel Schávelzon.

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